Hay directivos que buscan tener carisma, pues el carisma engancha, y las competencias acompañan pero no siempre estas son suficientes, especialmente para posiciones donde la inspiración hacía otros puede ser clave para alcanzar los objetivos. De ahí que el efecto del carisma puede fascinar y motivar, y por lo tanto a todos nos gustaría tener carisma.
Ahora, ¿Qué es el carisma? Tras una larga trayectoria de investigación, científicos de todo el mundo han llegado a la conclusión de que el carisma no es una característica de la personalidad. Más bien se trata de que las personas consideran a otra carismática cuando se identifican con ella o cuando creen tener algo en común con dicha persona. Por lo tanto el grado de carisma que se asigne a un directivo, un deportista, una persona pública dependerá no sólo de él, si no más bien de sus colaboradores.
¿Se puede medir el carisma? En la historia de las ciencias de la economía, el carisma se consideró durante mucho tiempo como un asunto algo oscuro. Concepción que no cambió hasta que en el año 1987 los científicos de economía Jay Conger y Rabindra Kanungo realizaron un estudio empírico sobre el carisma, en el que se esclarecería su significado de forma mensurable, describiendo detalladamente el comportamiento de gente carismática. A continuación cinco características que determinan a un directivo/a como carismático/a.
- Que transmita convencido/a su visión.
- Que dé ejemplo de lo que divulga.
- Que saque el mejor rendimiento de sus trabajadores.
- Que apoye y desarrolle los talentos de sus trabajadores.
- Que motive a sus trabajadores para buscar soluciones por sí mismos.
El carisma de un/a directivo/a depende, por lo tanto fundamentalmente, del grado en el que se identifiquen los trabajadores con él/ella y sólo dura el tiempo en el que ejerza su papel. Tan pronto como deje de representar su papel, se perderá también el carisma que se le había otorgado.
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