No todos corremos al mismo ritmo. Si haces footing con otra persona, verás normalmente que uno de los dos tiene que adaptarse al otro. Y normalmente es más fácil que el que corre más deprisa baje el ritmo para adaptarse a la otra persona.
En Coaching, el coach hace lo mismo. Si su cliente va muy deprisa, somos capaces de seguir su ritmo por unas pocas sesiones, y lo normal es que alcance su meta antes de lo previsto pues realmente estaba listo, dispuesto, con recursos, motivado, sin grandes obstáculos para buscar y alcanzar su objetivo. Pero si va más despacio de lo que nosotros solemos avanzar debemos practicar la paciencia, pues en Coaching NO empujamos y tampoco hay reglas que digan que tal cosa hay que alcanzarla en X tiempo. Y por otro lado, a veces verás que un cliente no está progresando (aparentemente) y de repente, ¡Plasss!, algo se transforma en su interior o hay un logro externo que no le habíamos prestado atención y ello cambia la perspectiva del proceso de Coaching.
Si sientes dudas o frustración, pregunta a tu cliente ¿cuál es su estilo, cómo desea trabajar, con más acciones, con menos presión, con más tiempo? Busca lo que a tu cliente le va mejor, pero sin que caiga en una zona demasiado confortable. Paciencia y flexibilidad a los ritmos de cada uno.