El coach que no deja de hacer curso tras curso, esperando primero un diploma, luego otro diploma, una palabra amable de su “profesor” formador, y buen consejo de su mentor, y otro consejo, y otra palabra, y otro diploma, y… así sucesivamente, como si esperase a que alguien le diga: “ya estás listo” comete un gran error, común entre los coaches que empiezan. Eso se llama miedo, y es un miedo mal sano, pues te paraliza, o mejor dicho te despista de tu objetivo real. Ya que no te paraliza, pues no dejas de estar haciendo cursos u otras cosas, pero ese movimiento es la excusa para evitar tener clientes de pago, para hacer valer el conocimiento adquirido, para saber si realmente podrás dar valor y vivir de ello.
Un buen profesional no nace, se hace. Y no se hace en una escuela, sino en la práctica, y no en las prácticas seguras de la escuela con otros compañeros, sino con gente desconocida que te pueda dar su opinión, una vez que te pagaron por ser cocheados.
Esta práctica pasa al principio por ser gratis, pero en algún momento hay que hacerla de pago. Hay que sentir ese compromiso que solo uno siente cuando le pagan para dar valor.
El coach que después de realizar un buen programa de Coaching, no se lanza a cobrar a sus clientes, incluso a veces antes, no llegará a ser un buen coach profesional. Hay que lanzarse al agua y vivir la experiencia, pues la experiencia es la que hará que puedas superar las olas grandes, pequeñas, largas, cortas y en definitiva, las que harán de ti un buen profesional.